Acecho y Rececho, dos estilos de caza
La caza al acecho y rececho son formas opuestas de entender la actividad cinegética. Fascinantes, puras y deportivas, cada disciplina concentra a su manera la máxima expresión de este arte, gozando de sobrada reputación en el sector, por más que los seguidores del aguardo soporten a veces el sambenito de poco éticos —nada más alejado de la realidad.
Aunque distintas, estas modalidades de caza mayor comparten un grado de dificultad y tecnicidad elevados, además de la posibilidad de desempeñarse en solitario, si bien numerosos aguardos y recechos se desarrollan en grupo, con las ventajas y garantías que ello ofrece. A continuación expondremos algunas de las diferencias más notables entre estas disciplinas, a cual más apasionante.
¿Cuáles son las diferencias entre el acecho y el rececho?
Definición y metodología
Para los inexpertos en la materia, la distinción entre acecho y rececho puede complicarse debido a que la Real Academia de la Lengua (RAE) recogen estos términos como sinónimos. En el ámbito cinegético, sin embargo, son casi antónimos. El rececho del corzo u otra especie consiste en rastrear una pieza determinada, hasta localizarla a gran distancia y aproximarse lo suficiente para tenerla a tiro y hacer blanco.
Por su parte, el acecho según la RAE es, bien el «lugar desde el cual se acecha.», bien la «acción de acechar», es decir, «observar, aguardar cautelosamente con algún propósito». Consiste en apostarse en un lugar estratégico o puesto y aguardar larga y pacientemente hasta que la presa, generalmente un jabalí, entra en escena y brinde una oportunidad de tiro, nada fácil en los aguardos nocturnos.
Simplificando en extremo todo lo anterior, el rececho es una búsqueda mientras que el acecho es una espera. Pero esto no significa que acechar la caza sea una labor pasiva, como se explicará en el siguiente punto.
Dificultad compartida
Objetivamente, el rececho presenta una mayor dificultad, aunque cierto es que cada aficionado es un mundo y que los más veteranos puedan llevar la disciplina del acecho a niveles superiores en cuanto a pericia y maestría. En una jornada de rececho, el cazador hace gala de profundos conocimientos del terreno respecto a los movimientos, las pisadas y las querencias de la especie que se rastrea. Su búsqueda en relieves moderados es laborioso, pero cuando debe hacerse en alta montaña —como sucede cuando se persiguen machos monteses o rebecos—, la dureza de la experiencia escala de manera drástica. También es importante disponer de una óptica adecuada, no sólo para avisar al animal, sino también para hacer blanco a grandes distancias.
En cambio, la caza al acecho o aguardo contrasta con la anterior por su inmovilidad, pues el practicante permanece estático, oculto y alerta. Lejos de ser una actividad pasiva, obliga al cazador a poner los cinco sentidos en los ruidos, los cambios de viento y otros factores que pueden volverse fácilmente en su contra. Incluso en apostaderos bien guarecidos, el frío pasa factura al aficionado, en especial durante las esperas nocturnas o invernales. Además de proteger de las bajas temperaturas, la ropa debe participar del camuflaje del cazador.
Preferencia por la especie cinegética
Una clara diferencia entre acecho y rececho es la diversidad de especies cinegéticas que persigue este último si se compara con la especialización de aquel, dedicado casi exclusivamente al jabalí. En primer lugar, los aficionados al rececho se enfocan en reses como el ciervo, el gamo, el muflón, el corzo o el arruí. La versatilidad de esta metodología es compatible con todos los trofeos de caza mayor, con solo una excepción.
La caza al acecho es apta para obtener ciervos, corzos y gamos, pero la especie más codiciada en esta especialidad es precisamente la que no puede cazarse a través del rececho: el jabalí, que despierta auténticas pasiones en la Península Ibérica y que condiciona incluso las denominaciones que recibe el emplazamiento utilizado para el aguardo, a saber: el paso, el comedero o la baña.
Inconvenientes que no disuaden
Pese a su mayor atractivo, el rececho de especies en España presenta inconvenientes como la precisión en el tiro o las habilidades de rastreo exigidas para tener éxito en la partida de caza. Localizar una pieza no garantiza nada, pues las reses son particularmente recelosas y pueden dar la espantada antes de que el practicante se encuentre a una distancia adecuada.
Tampoco es halagüeño todo lo que implica cazar al acecho. Como se ha mencionado, la temperatura y climatología adversa ponen a prueba la resistencia del aficionado. Al desgaste físico se suman el perjuicio material, pues el frío puede congelar la linterna y el visor, con el hándicap que ello supone. Y es que ciertas esperas se desarrollan en nocturnidad, extremando aún más la dificultad.