El arte de adiestrar un perro de caza: 5 recomendaciones
La cría y adiestramiento de perros de caza es un arte tan antiguo como el concepto de perro como «mamífero doméstico». Se remonta a la prehistoria de las civilizaciones, y los primeros testimonios escritos provienen del romano Marcus Terentius Varro y del griego Jenofonte, siendo muy anteriores al año de gracia.
El adiestramiento canino tiene honda tradición en España, como demuestra —por escoger sólo un documento— el número 6 de 1886 de la revista El Naturalista: «larga y penosa es la tarea de enseñar ó adiestrar á un perro para la caza, y necesario es, para que dé el resultado apetecido, que la persona que la acometa lleve á cabo su propósito sin impaciencia».
Pero adiestrar un perro de caza no es ni largo ni penoso, aunque sí requiere grandes dosis de paciencia y un saber hacer que corre el riesgo de desaparecer. La recompensa es un colaborador incansable, una parte esencial de la rehala y, en última instancia, un compañero fiel en la gran aventura que es la cacería.
Recomendaciones para adiestrar perros de caza a la perfección
Desde temprana edad
A la edad de cuatro meses, el perro de caza está preparado para comenzar sus primeras lecciones, consistentes en ejercicios de recogida y transporte de pelotas y objetos similares o de seguimiento de rastro, que los anglosajones llaman tracking. Por simples que puedan parecer, estos juegos estimulan la percepción sensorial y hacen aflorar el instinto cazador del perro.
Como pez en el agua
De igual modo que el mastín empieza a construir un vínculo con el rebaño con solo dos meses de vida, el perro destinado a la caza debe ser introducido cuanto antes en el monte, la dehesa y otros entornos cinegéticos que serán su segundo ‘hogar’. Con ello, el animal se familiariza precozmente con los aromas, sonidos y superficies del campo, donde acabará por sentirse como pez en el agua.
Para el adiestrador de perros de caza, es importante recordar que la memoria canina se basa en la experiencia. Dado que su aprendizaje es empírico al cien por cien, las vivencias constituyen su única ‘escuela’. Cuanto mayor sea su experiencia, mayor será su destreza futura.
Socialización afectiva
En perros de caza mayor y menor, el déficit de socialización tiene efectos negativos en su capacidad de aprendizaje. Se recomienda jugar y acariciar a los cachorros, fomentando su contacto con la familia y con otros miembros de la rehala. Desde una perspectiva psicológica, esta práctica es beneficiosa para el can debido a su carácter gregario. Esta socialización afectiva, clave en el adiestramiento de perros de caza, les prepara para su vida adulta.
Una prueba de su trascendencia es el hecho de que constituya una etapa separada en el desarrollo canino. En un artículo de CazaVisión, el veterinario Manuel Lázaro Rubio explica que «a efectos de desarrollo de la conducta en el cachorro, se distinguen cuatro periodos bastante marcado», señalando (1) el neonatal, (2) el de transición, (3) el de socialización y (4) el juvenil. Respecto al tercero, señala que es «el más importante en el desarrollo del comportamiento, que se prolongaría desde las tres semanas hasta las 10 ó 12 semanas».
Asociación eficaz de olores y presas
Los olores representan un porcentaje mayoritario de la información que el animal percibe del mundo y ocupan un lugar destacado en el adiestramiento básico perros de caza. La asociación entre presas y olores es un éxito rotundo para el adiestrador y puede lograr por medio de muestras naturales y artificiales y juegos simples como el escondite. Cumplido este objetivo, saber cómo picar a un perro a la caza vendrá sin esfuerzo.
Uso de refuerzos positivos y negativos
El adiestramiento clásico del perro contempla ciertas prácticas que resultan anacrónicas para la generación actual. Por ejemplo, el uso de collares «para mortificar al animal cuando se resista a obedecer […] en cuya cara interna se implantan algunos afilados clavos», citando de nuevo el artículo de El Naturalista. En su lugar, los cazadores modernos entienden que los refuerzos positivos y negativos son un método más útil y comprensivo de enseñar al can los rudimentos de su ‘oficio’.
El éxito de este sistema reside en un tipo de aprendizaje asociativo, aplicable a personas y animales: generalmente, los sujetos evitan las acciones cuyos efectos sean dolorosos o desagradables, mientras que buscan y realizan con frecuencia aquellas acciones que les producen satisfacción y bienestar.
Los adiestradores utilizan este principio, formalmente conocido como «condicionamiento operante», para recompensar por premios gustativos y muestras de cariño al perro cuando ‘lo hace bien’ y con miradas serias y periodos razonables de aislamiento cuando ‘lo hace mal’. Cualquier forma de castigo físico tiende a producir efectos negativos a largo plazo.