Por qué el turismo de caza impulsa el desarrollo social y medioambiental en España
El turismo de caza en España ha convertido comunidades como Aragón, Castilla y León, Madrid o Andalucía en destinos soñados por los aficionados a este deporte, que encabeza la lista de los más practicados en nuestro país. La demanda de Grand Slam Ibex y de otras experiencias cinegéticas demuestra el éxito de esta fórmula, resultado de fusionar la caza, el ocio y los viajes.
Cazar conlleva la necesidad de desplazarse a grandes distancias, de rastrear durante días los movimientos de la pieza viva, de trasladarse de un punto geográfico a otro, en definitiva. Son afortunados los cazadores locales, aquellos que residen en la misma provincia o municipio del coto y que disfrutan de buena caza —como quien dice— a dos pasos de su domicilio; para los extranjeros, en cambio, el deseo de cazar es un pretexto excelente para explorar otras CC.AA, otros países incluso, en busca del trofeo soñado.
Pero la popularidad de los viajes de caza en España puede razonarse más y mejor. Por ejemplo, atendiendo a su papel en la conservación de especies cinegéticas, tradicionalmente uno de los argumentos a favor de la caza más esgrimidos. ¿Cuánto hay de cierto en ello? Según Alfonso Codes Calatrava, secretario general del Ministerio de Agricultura y Pesca entre 2016 y 2018, «las cifras hablan por si solas: la caza no es una actividad que vaya en contra del medio ambiente, sino lo contrario, es una práctica que ayuda a preservar, conservar y proteger la flora y la fauna».
En este sentido, un estudio conjunto de las universidades de Helsinki y Flinders confirmó que el sector cinegético tiene un impacto beneficioso sobre la fauna y la flora. «Por un lado, la caza recreativa puede reducir el número de animales individuales en una población, mientras que, por el otro, desviar la tierra del desarrollo agrícola o de otro tipo a áreas de caza prioritarias puede beneficiar a ecosistemas enteros», citando al profesor Corey Bradshaw, en dicho estudio publicado en la revista One Earth.
Además, el turismo y las experiencias de caza en España aportan un valioso granito de arena al control de enfermedades y plagas animales. A diferencia de las especies ganaderas, las cinegéticas desarrollan su ciclo vital en un entorno silvestre, sin control directo del ser humano. El interés y las actuaciones de los cazadores permite controlar y disminuir la densidad de corzos, jabalíes, liebres y otros mamíferos de dimensión variable, que además de ser vulnerables a parásitos y enfermedades, ocasionan daños severos a las cosechas en caso de sobrepoblación.
Pero la caza ni empieza y termina al percutir el gatillo. La observación y estudio de la naturaleza ocupan la mayor parte de la cacería y las horas muertas de cualquier otra jornada. Por esta razón, las nuevas formas de turismo cinegético en España se han encontrado la aceptación del público más tradicional. Así sucede con el ecoturismo —actividad consistente en la apreciación sin armas del entorno natural y su riqueza faunística— , tan apreciada hoy entre cazadores deportivos y amantes de la naturaleza a secas.
Esta modalidad es particularmente compatible con las especies amenazas o con un estatus especial de protección. Así sucede con el lobo ibérico, incluido desde 2021 en el Listado de Especies en Régimen de Protección Especial (LESPRE). Su presencia en la Sierra de la Culebra justifica por qué el ecoturismo es hoy un incentivo económico para la región zamorana, cuantificable en 600 a 700 mil euros anuales, según las estimaciones del profesor Juan Pablo Martín González.
El turismo cinegético y su impacto social y rural en España
Pero organizar viajes de caza por España no ofrece una utilidad socioeconómica tan residual como aseguran las voces críticas con este deporte. En palabras de Jaime Lamo de Espinosa, doctor ingeniero agrónomo, «la actividad cinegética supone para el ámbito campestre mucho más que la muerte de animales, como se quiere resaltar desde sectores animalistas; por el contrario, la caza es vida para el mundo rural».
Y es que la caza es fuente de riqueza, y de ella se benefician los ciudadanos y profesionales de la España rural. La dependencia que hacia el sector cinegético mantienen establecimientos, comercios y proveedores de infinidad de industrias es un testimonio del valor de esta actividad.
Además de fomentar el empleo, los viajes y experiencias de caza contribuyen a reducir el abandono y el despoblamiento de comarcas enteras. Con ello, se presta una ayuda vital no sólo a las poblaciones rurales, sino también a la gestión ecológica de sus territorios. Tanto es así que este sector invierte año tras año más de 230 millones de euros en la preservación y cuidado del medio ambiente, según la Fundación Artemisan.